Día 8: Ruta 66 y Gran Cañón

Kilómetros aproximados 450.

Este día iniciamos posiblemente la parte más bonita del viaje, pero para llegar a nuestro destino a buena hora y poder ver cosas por el camino, había que madrugar, y el despertador sonó a las 5’45. ¡Pero si hace un rato estábamos hablando con nuestros amigos!, madre mía que sueño. Desayunamos y pillamos un taxi para ir al París, que era donde estaba la oficina de Hertz en la que habíamos reservado el coche.

Aquí tampoco hubo posibilidad de elección, te tocaba el que había en la plaza que te habían indicado, y también era el modelo elegido y no el “o similar”. Para ir sobrados de espacio y cómodos nos alquilamos una Van (aquí una monovolumen), concretamente la Toyota Siena, ese coche es de 7 plazas, pero plegamos la fila de atrás. Y ya con nuestra Toyota salíamos de París a Nueva York. Primero hicimos el check-out y luego ya subimos a recoger las maletas, y así ya directos al parking. Fue una buena idea pilar una monovolumen a pesar de ser 4 personas, porque así las maletas y las bolsas no molestaban, y había espacio de sobra. A las 8’20 nos pusimos en macha.

Primera parada, como no, PRESA HOVER DAM, utilizamos el parking de pago que hay muy muy cerquita, para así ganar tiempo y no ir a parar muy lejos; costó 7 $, es caro, pero es el precio de no querer andar. No es que me decepcionara la presa, pero es que tampoco se ve mucho, además estaba la zona de obras, supongo que en avioneta se tendrá otra percepción.

La siguiente parada fue en Kingman para ir a un hipermercado a comprar la famosa nevera de corcho (7 $), hielo, algunas bebidas y algo de comida.


Y luego ya empezamos la carretera de lo que es la famosa Ruta 66, que la verdad es que ya queda poco, pero bueno lo que queda para el turismo es cuanto menos curioso, y dichas paradas además sirven para romper un poco la monotonía de la carretera.


El primer pueblo fue HACKBERRY, hay que decir, que como nos esperábamos algo más grande, nos lo pasamos y hubo que dar media vuelta. Y aquí ya me tocó turno de conducir, que ilusión mi primer coche automático, que fácil es, eso sí, lo que tiene de cómodo, lo tiene de aburrido, entre que las carreteras son rectas y que el paisaje varia poco, si en un coche manual tienes que hacer poco trabajo, en un automático aun tienes menos. Por ejemplo, en un coche manual cuando se quiere hacer una parada rápida (digamos, la típica para hacer una foto) hay que cambiar de marchas, pero en un automático basta con pisar freno y luego acelerador.




Nuestra intención era comer en Williams, pero sobre las 2 de la tarde, empezó a atacar el hambre, así que el siguiente pueblo que encontramos paramos a comer; resultó que el pueblo era SELIGMAN, uno de los más típicos de la Ruta.






Sin mirar, entramos en el primero que vimos, y resulto ser uno muy famoso, el “Delgadillo’s Snow Cap”, pero no nos habíamos percatado hasta que al abrir la puerta vimos que tenía dos pomos, y es que el tío es muy bromista; otro truco que suele hacer es el de cómo si fuera a mancharte con mostaza, pero en realidad es un hilo que sale de la botella; con las veces que lo habíamos leído y al final acabamos picando. Al final el sitio estaba muy bien, todo de lo más decorado y de lo más típico, comimos unas hamburguesas.


Después de comer, continuamos carretera, y de repente dijimos “¿qué es eso?”, y resultó ser una nube de abejas o algo similar, nunca había visto algo así; nos dejaron el cristal fatal y hubo que parar en la primera gasolinera.

En Williams no llegamos a parar, porque con un poco de suerte llegaríamos al Gran Cañón para el atardecer, después del paisaje, desértico y medio desértico que te acompaña todo el día durante este recorrido, de repente sin darte cuenta estas rodeado de bosque; eso significaba que nos estábamos acercando.

Sobre las 5’30 llegamos al Gran Cañón y como aun se veía buen sol y quedaba un buen rato para el atardecer, fuimos directos a tomar posiciones para ver el atardecer, concretamente hacia el mirador de Mater Point, que pilla bastante centrado.


Las sensaciones que tiene uno cuando ve aquello tan inmenso, son difíciles de explicar, hemos visto películas, hemos visto un montón de fotos, nos lo han contado, pero eso de llegar allí tú y verte ante aquella inmensidad, es algo difícil de explicar. Acababa de llegar, y ya me estaba preguntando cuando volvería.






Tras el atardecer, había que encontrar el hotel “Maswik Lodge”, lo teníamos dentro del parque, y estaría a unos 10 minutos en coche del mirador. Los hoteles estaban muy bien indicados, porque desde que entras y cada poco hay una señal que va indicando Lodges, y luego cuando llegas a uno te pone el nombre del hotel y otra señal con Otros Lodges,  siguiendo las señales no tiene perdida, aunque fuera ya noche cerrada. Las habitaciones eran sencillas pero estaban muy bien; son todo bloques de 2 alturas separados unos de otros y rodeados de naturaleza.

Sobre las 9 cenita en la cafetería del hotel, que era en plan self-service, al que fuimos andando medio a oscuras, porque las farolas alumbran lo mínimo. Tras la cena, como no había sueño nos tomamos unas cervezas en el bar del hotel. A las 10’30 ya nos íbamos a la cama, no sin antes quedarme un rato contemplando las estrellas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario