Día 12: Zion Park y Las Vegas

Kilómetros aproximados 400.

Último madrugón para ver amanecer, el despertador sonó a las 6’45, rápidamente nos levantamos y nos fuimos. Nuestro hotel estaba situado entre Sunrise Point y Sunset Point, así que con el coche en menos de 5 minutos llegamos a mirador. A estas horas, al igual que ayer al atardecer vimos un montón de cervatillos.



Hacía bastante frío, alrededor de 5º, pero como ya había empezado a clarear, ya intuíamos que a pesar del madrugón y del frío, iba a valer la pena, el regalo que la naturaleza nos ofrece todas las mañanas. Este ha sido el amanecer más bonito de todos, ya que al salir el sol, con sus rayos rojizos va tiñendo las rocas de unos ocres, anaranjados y rojizos muy bonitos.


Tras nuestro último amanecer en la naturaleza, vuelta a la habitación, desayuno, maletas, check-in, y como todos días a las 8 y poco en carretera. Teníamos unas 5 horas hasta Las Vegas, pero tampoco teníamos prisa; y además hoy al pasar del estado de Utah al de Nevada, se ganaba 1 hora, ya que había que retrasar los relojes.

Pasamos por ZION PARK, y la verdad es que aunque solo sea pasar por su carretera sin entrar al parque merece la pena, tiene unos paisajes muy bonitos también y su carretera rojiza es muy curiosa. Hicimos unas cuantas paradas, aunque aquí prácticamente no hay miradores, ni espacio para parar en la carretera; pero aún así se puede hacer alguna paradita rápida.





Después de un par de paradas sobre las 2 aparcamos en nuestro hotel, que para despedirnos de este maravilloso viaje elegimos el HOTEL VENETIAN; al salir del coche en el parking, el bofetón de calor fue considerable, así por las buenas, 40º.

Aunque la hora de entrada era a las 3, decidimos hacer el check-in a ver si teníamos suerte y así ya teníamos una cosa hecha. Como se notó el nivel del hotel, además de que cuando un empelado del mostrador se quedaba libre, levantaba un cartelito para que el cliente lo viera, había una persona que se encargaba exclusivamente de ir acompañando a los clientes junto a la persona que te iba a atender. No hizo falta pedir una empleada que hablara español, nos tocó directamente. Y además hubo suerte y ya tenían nuestra habitación. Luego decidimos ir a comer a la zona de comidas rápidas.

En vista de lo enorme que es el hotel (te dan un planito indicando cuál es tu ascensor), decidimos ir primero a situarnos a ver si encontrábamos nuestro ascensor, y lo nuestro nos costó. Y ya desde allí buscamos el parking, fuimos al coche a por las maletas, las subimos a la habitación, y fuimos a devolver el coche al París, volvimos en taxi, el calor a aquellas horas se nos hacía insoportable. Y llegó, creo, que el único momento de relax del viaje, unos a la piscina y otros a ducharnos con todo lujo y tranquilidad.


Aquí nos dimos el capricho del viaje y pillamos la “Suite Venetian Rialto” que mide unos 100 metros cuadrados, la habitación era impresionante, camas muy blandas pero muy cómodas (las mejores del viaje), un sofá enorme, un ventanal con vistas a la piscina enorme, un baño impresionante. Nos quedamos fascinados, desde luego aquí no tuvimos problemas de espacio con las maletas. Como era de esperar estaba cuidado con todo lujo de detalles, habían dos mandos para regular el aire acondicionado, las cortinas iban con mando a distancia, el minibar por sensor (vamos que si mueves algo te lo cobran, pero de ello te avisan al hacer el check-in); 3 televisiones (una frente el sofá, otra frente las camas y otra en el baño).





Los que se fueron a la piscina, tuvieron sus más y sus menos para volver a la habitación, ya que se equivocaron de ascensor, y entonces llegar a nuestra planta era imposible; tuvieron que volver sobre sus pasos y subir en el mismo que bajaron, al final estuvieron cerca de 15 minutos dando vueltas. Aquí en los hoteles de Las Vegas los ascensores suelen estar divididos entre los que suben de las plantas 1 a la 15 o algo así, y los que suben de la 16 a la 30. Decir que la piscina del Venetian está en el cuarto piso.

Ya con todos fresquitos y descansados, nos dimos un paseo por el interior de hotel, que tiene para ver y perderse, al exterior salimos muy poco.




No nos quisimos perder el paseo en góndola, en el que nos reímos un montón, pensando lo surrealista que es aquello; decir que hay un paseo que va por el exterior y otro por el interior del hotel; nosotros cogimos el paseo por el interior que es más fresquito. El paseo costó 51 $ los 4, con un descuento del hotel.





Después nos volvimos a echar otras risas, jugándonos nuestro último dólar a las maquinitas, y cuando digo último, digo último en singular, cada uno se jugó 1 $; puedes jugar céntimo a céntimo, y así claro puedes estar un montón de rato dándole al botón (como hacen los profesionales) o la palanca (como nosotros). Decir que actualmente en caso de que te toque algún premio, no salen las monedas, sino que sale un ticket con el valor.


Y a las 9 fuimos cenar al “Canaletto” que es uno de los restaurantes que se encuentran en el interior el hotel, la cena nos costó 133 $ (con propinas incluidas).

Llegamos a la habitación sobre las 11, acabamos las maletas y a dormir, que mañana nos esperaba el último madrugón, y además el día iba a ser duro entre vuelos y aeropuertos.

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