Día 9: Gran Cañón

Kilómetros aproximados 100.

Empezamos el día con un buen madrugón, pero es lo que tiene querer ver amanecer; a las 5’30 ya estábamos en el coche, el termómetro marcaba 5º, y a esas horas ya clareaba algo. En 15 minutos llegamos a Mater Point, el mismo mirador en el que vimos el atardecer. Pillamos sitio en primera línea; el sol todavía no había salido, hacia fresquito, pero como no hacía viento se estaba bien; y todavía esperamos un ratillo para ver salir el sol.


Los colores que se ven en el Gran Cañón al atardecer y amanecer, son los mejores, porque luego durante el día el sol es muy fuerte y hay mucha luz; y eso hace que los colores no se aprecien igual.




Luego regresamos al hotel para desayunar, y tras el desayuno a las 7’45 salimos hacia el aeropuerto, tardamos unos 20 minutos en llegar, llegar al aeropuerto no tenía ninguna complicación, se encuentra en las puertas del parque y tiene un buen cartel, así que fue muy fácil encontrarlo.


Lo primero que nos dijeron nada más llegar, es que no se podían subir ni mochilas ni bolsos, solo las cámaras, así que volvimos al coche a dejar las mochilas. Luego pagamos el suplemento de carburante, nos pesaron, vimos la peliculita sobre seguridad, y al salir nos dieron nuestros números, y yo como era de esperar tenía el 1; la plaza 1 es la que está justo al lado del piloto y esta suele ser para personas de poco peso; en esa plaza se tienen más visibilidad, incluso bajo tus pies puedes ver algo. Decir que durante el vuelo, el helicóptero no se movió nada de nada, fue un paseo muy tranquilo.


Elegimos el vuelo de las 9 por dos motivos, uno porque así luego ya teníamos todo el día para hacer lo que quisiéramos, y otro es porque a esas horas ya hay luz de sobra, a mediodía ya tiene que hacer demasiado sol, mas reflejos y esas cosas; recomendamos esta hora.

Nuestro vuelo era el largo, el de 45-50 minutos, para aquellos que no lo hayan hecho, decirles que las palabras IMPRESIONANTE y ESPECTACULAR se quedan cortas, el momento en que ya entras en lo que es el Gran Cañón, es algo increíble. Bajamos emocionados del vuelo.





Ya de retorno al Gran Cañón, paramos para hacernos la foto con el cartel de la entrada, no lo sabíamos, pero descubrimos que había un trípode de piedra para que te puedas hacer la foto. Esto es algo que nunca habíamos visto.


El plan de la mañana era hacer los miradores de la carretera Desert View, así que fuimos directos hasta el último, ya que así luego nos pillaban todos a la derecha. Estos miradores son los de la parte derecha del Gran Cañón. Empezamos en el último, el Desert View Point y acabamos en el Grandview Point, en total son unos 5 miradores, hacer la ruta con sus paraditas y sus fotos nos llevaría unas 2 horas. En los miradores había bastante gente, en alguno incluso nos costó aparcar. Lo bueno es que como aquello es tan grande, siempre tienes un rincón donde puedes estar prácticamente solo.






Como ya era hora de comer y habíamos acabado la ruta de los miradores decidimos ir a comer al “Bright Angel Restaurant”, nuevamente comimos muy bien y a muy buen precio, los cuatro por 73 $ con propinas incluidas. Luego nos fuimos a la habitación a descansar un poco.


Como los miradores de la parte izquierda del Gran Cañón, estaban cerrados por encontrarse su carretera en reformas, el plan de la tarde era el tren “Coconino” que hacia un viaje de 90 minutos y que no tenía mala pinta, pero como todavía quedaba un rato, nos fuimos a descansar al hotel. A las 5 en punto ya estábamos en la estación pero cuál fue nuestra sorpresa, que allí no había ningún tren y la estación estaba más cerrada que cerrada, fuimos a preguntar a un par de sitios, en uno no nos pudimos hacer entender, y en otro dijeron que sí que salía (también nos lo habían dicho en el hotel ayer al registrarnos y preguntar). Esperamos hasta las 5’30 que era su hora pero nada de nada. Así que cogimos el coche, y dimos una vuelta, no sabíamos que hacer, nos quedamos chafadísimos; fuimos al súper a comprar unas cosillas de comida y bebida, y luego a Tusayan a poner gasolina. Así que al final acabamos en el bar del “Tovar Lodge” tomándonos unas cervezas. Al salir nos acercamos para ver qué sensación daba eso de saber que ante ti tienes esa inmensidad pero que no se ve absolutamente nada; es una sensación algo extraña.

Como la tarde fue tan tranquila no teníamos ni hambre, también hay que decir que comimos muy bien, así que al final no cenamos y nos fuimos bien prontito a la cama.

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